La validación emocional consiste en aceptar las propias emociones sin juzgarlas y dándoles la importancia que merecen. Permitirnos sentir, así como expresar empatía hacia las personas que tenemos en frente sin cuestionar lo que están sintiendo.
¿Qué es la validación emocional?
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“No te preocupes, podría ser peor, míralo por el lado positivo...”
“¿Por qué estas verbalizaciones no me ayudan? La gente es capaz de decir este tipo de frases y sentirse aliviado, pero a mí eso no me funciona... ”
Muchas veces, con la mejor de las intenciones, intentamos ayudar al que tiene un problema mediante palabras de ánimo. Estas palabras pueden ser recibidas como un rechazo o juicio hacia sus propias emociones. A este proceso lo llamamos invalidación emocional.
Te invito a que pienses alguna vez en la que te has encontrado triste o enfadado y hayas decidido apoyarte en alguna persona de tu entorno. Imagina que esta persona te dice cosas como “hay cosas peores en el mundo” o “ en peores plazas hemos toreado”, ¿cómo te hacen sentir estas verbalizaciones?
Ahora te voy a pedir que hagas lo siguiente: imagina esa misma situación, pero esta
vez la persona a quien se lo cuentas te dice cosas como: “ es normal que te sientas así” o “siento mucho como te encuentras, ¿puedo hacer algo para ayudarte?”
¿Cómo te sientes en cada una de las situaciones? La primera es un ejemplo de invalidación emocional y puede generar un aumento de malestar y frustración. La segunda es una forma de validar las emociones y suele producir un efecto de calma.
Aprendiendo a validar emociones
Para validar las emociones propias y ajenas es importante tener en cuenta una premisa: todas las emociones son importantes y necesarias y, por tanto, tienen sentido.
Es importante lo que te pasa, entender que cada uno reacciona a las cosas de una forma determinada. No todos nos sentimos igual ante un mismo acontecimiento. Al igual que no podemos controlar lo que pensamos , ni decidimos qué emociones sentimos y es importante aceptarlas como válidas.
Entrenar la validación emocional es importante tanto para cuidar las relaciones de los demás como para desarrollar una parte autocompasiva y de autocuidado con nosotros mismos.
Para validar una emoción podemos seguir los siguientes pasos:
- Ofrece un espacio seguro: permite que tanto tú como las personas que están pasando un mal momento puedan expresar como se sienten. Ofrece un espacio en el que encontrarse mal esté permitido.
- Evita el juicio: como decimos, no elegimos lo que sentimos. Por tanto, las emociones no pueden ser sometidas a juicio. Sentirse de una determinada manera no está ni bien ni mal, simplemente ocurre. Por tanto, enjuiciar una emoción tendrá resultados negativos sobre la gestión de la misma.
- Normaliza: comprender que es normal sentir malestar ante determinadas situaciones. Puede que en esa misma situación tú no te sintieras mal o en ocasiones similares te hayas sentido diferente. Sin embargo, las emociones pueden variar según la persona y el momento de la misma.
- No te obligues a dar una solución: a veces el simple desahogo es suficiente para calmar la intensidad emocional. Cuando alguien se encuentra mal el objetivo no siempre puede ser solucionar aquello que genera malestar. A veces, sentirse escuchado y apoyado es suficiente para aportar bienestar.
- Da una respuesta empática: es preferible que tiendas tu mano hacia la persona que está pasando un mal momento a que des tu opinión. Tendemos a buscar la solución o poner sobre la mesa lo que nosotros haríamos. Y aunque esto puede ser muy enriquecedor, a veces ofrecer nuestra ayuda o tender nuestra mano es lo que el otro necesita.
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La validación emocional es una de las herramientas que nuestro equipo considera indispensable en el trabajo terapéutico. Aprender a relacionarnos de manera correcta con lo que sentimos tanto nosotros como los que nos rodean tiene muchas ventajas. A partir de esta estrategia podemos aprender otras habilidades que pueden ser de utilidad para, por ejemplo, resolver conflictos o defender mis derechos.
Marta Asenjo Villamayor