Resiliencia. Superar la adversidad.
¿Cuántas veces has escuchado eso de que “toda crisis, supone una oportunidad”?
¿Te resulta fácil ver la oportunidad, la posibilidad de crecimiento, aun cuando estás en medio de la tormenta?
¿Realmente todas las crisis y situaciones adversas por las que has atravesado en tu vida, te han llevado a ese “despertar”?
LA INEVITABLE ADVERSIDAD
Un despido inesperado, una promoción no conseguida, un proyecto que no sale, una ruptura afectiva, un suspenso imprevisto, un rechazo, … Todas son situaciones comunes en la vida, que experimentamos como una brecha en nuestro bienestar y que vivimos con un sentimiento de profundo fracaso. Y el fracaso, independientemente de cómo se presente en nuestras vidas, viene acompañado por una oleada de sensaciones y emociones difíciles, que acaban aturdiéndonos: vergüenza, desesperación, tristeza, decepción, abatimiento, miedo, rabia, desconsuelo, etc.
Siempre me he preguntado por qué unas personas son capaces de sobreponerse rápidamente a dichas situaciones, viviendo estos procesos como auténticos “despertares”. Haciendo de sus crisis auténticas oportunidades de crecimiento, personal y profesional. Y por qué otras, por el contrario, quedan atascadas y sumidas en un estado de permanente confusión y hundimiento generalizado, que no las dejan avanzar y continuar con sus vidas.
Y la respuesta a dicha pregunta la encontré en la, más que conocida, capacidad de resiliencia. Y es que en la gran mayoría de los relatos de personas que han superado alguna adversidad en su vida, siempre aparece la capacidad de superación, como el principal factor que les impulsa a sobreponerse y continuar con sus vidas. Obteniendo además, de dichas situaciones, unos aprendizajes que resultarán críticos cuando de nuevo tengan que enfrentarse a las futuras e inevitables crisis que se irán sucediendo en sus vidas.
QUÉ ES LA RESILIENCIA
¿Pero de qué hablamos, concretamente, cuando hablamos de resiliencia? La mayoría de las definiciones recogen dos aspectos clave sobre la resiliencia:
- El primero es que resiliencia implica la capacidad para hacer frente a las adversidades de la vida.
- Y el segundo, de especial relevancia, añade a lo anterior la capacidad para salir fortalecidos ante dichas adversidades.
Este último aspecto es muy relevante porque, generalmente, el objetivo que perseguimos cuando nos encontramos ante alguna adversidad, es el de recuperar el equilibrio perdido, volver a ser como éramos antes. Éste es un instinto normal, de supervivencia básica: recuperar nuestro estado previo es un impulso innato. Sin embargo, esto ya no es posible, ya que toda situación difícil o traumática nos acaba cambiando irremediablemente. Por tanto, luchar por intentar recuperar la situación de partida, solo nos provocará más dolor.
En su lugar, practicar la resiliencia ante una situación difícil, conlleva aceptar que se ha sufrido un cambio irreversible. Una pérdida del estado previo, que ya nunca volverá, pero que dejará espacio para salir fortalecidos, en base a la creación de nuevas estrategias de afrontamiento. De ahí que, cuando hablamos de crisis, hablemos también de oportunidad y de crecimiento.
Llegados a este punto, me parece importante destacar que no todos poseemos las mismas estrategias de afrontamiento. Cada cual transita por la vida con una mochila de experiencias, con más o menos herramientas para hacer frente a las adversidades. Por ello, si algo caracteriza a las personas resilientes es su capacidad para pedir ayuda cuando sienten que ellos solos no pueden con la situación. Tener el coraje de mostrarnos vulnerables ante determinadas situaciones y pedir ayuda, será muy importante para salir fortalecidos ante cualquier adversidad.
CÓMO SUPERAR EL FRACASO
La reconocida socióloga Brené Brown, en su libro “Los dones de la imperfección” (Gaia Ed., 2010), nos ofrece tres patrones conductuales que nos permiten poner en práctica la resiliencia: cultivar la esperanza, practicar la consciencia crítica y dejar atrás el “entumecimiento”. Veamos cómo poner en práctica cada uno de ellos, para superar las situaciones adversas que nos sobrevienen.
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Cultivar la esperanza
La esperanza no es una emoción, ni un sentimiento. Es un proceso cognitivo compuesto por tres factores que debes trabajar conscientemente:
- Saber qué metas quieres conseguir.
- Tener la perseverancia necesaria para perseguirlas, asumiendo que a veces tendrás que aceptar el fallo y transitar por rutas alternativas.
- Creer en tus propias posibilidades para conseguirlas. Y, como ya hemos comentado, pedir ayuda cuando no te veas capaz de hacerlo por ti mismo.
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Practicar la consciencia crítica
Esta habilidad consiste en darte cuenta de que tus pensamientos y tus expectativas no siempre reflejan la realidad. Es decir, practicar la consciencia crítica, implica aprender a verificar la realidad de lo que vemos, sentimos y nos decimos a nosotros mismos.
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Evitar el entumecimiento
Tenemos una tendencia natural a suavizar, ocultar o evitar todas aquellas emociones y sentimientos que nos provocan dolor o incomodidad. La forma de “entumecernos” puede ser muy variada y, desde luego, adictiva: alcohol, drogas, comida, sexo, compras, internet, etc.
Es decir, ante cualquier situación adversa que nos hace sentir vulnerables, nos “anestesiamos”, buscamos experiencias sustitutivas que nos hagan alejarnos de experimentar el dolor. Nos alejamos, por tanto, de la oportunidad para crecer, evolucionar y mostrarnos de forma auténtica.
La práctica de la atención plena mediante ejercicios de autocuidado, mindfulness y autocompasión, siempre será un buen recurso para anclarte en el presente, aceptar las emociones que te invaden ante situaciones adversas y establecer, de forma esperanzada, crítica y responsable, las acciones que te acerquen a sobreponerte a cualquier situación adversa.
Practica la resiliencia y llena tu mochila con nuevas herramientas de afrontamiento ante el dolor.