El arte como herramienta terapéutica

EL ARTE COMO HERRAMIENTA  TERAPÉUTICA

 

El arte, dentro de un contexto cotidiano, se define como “una actividad en la que el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas,  valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”. Sin embargo, el arte también se puede englobar dentro de un proceso de terapia como una herramienta cuya finalidad no será estética, sino terapéutica. En este comtexto, usaremos el arte para expresarnos, regularnos, procesar vivencias, acceder a ideas y emociones no conscientes y trabajar con ellas.

La relación que tenemos con el arte como herramienta.
En la infancia:

Cuando somos niñ@s, es natural que dediquemos tiempo a explorar nuestra creatividad, a imaginar, hacer actividades relacionadas con el arte como pintar o dibujar, hacer figuras de plastilina, cantar, bailar, etc. Todas estas actividades están totalmente normalizadas en esa etapa y  entendemos que pertenecen a la misma. Nos ayudan a desarrollarnos, conocernos y explorar el entorno que lnos rodea, así como nuestro propio cuerpo y capacidades (por ejemplo, motrices, de coordinación, de destreza fina, cognitivas, etc.)

En la adolescencia:

En los años siguientes, también es frecuente que siga existiendo algún tipo de herramienta creativa relacionada con crear o consumir arte. Es muy frecuente, en estas etapas,  escribir para expresar cómo nos sentimos, probar a escribir canciones y expresarnos a través de la música, realizar actividades creativas como distintos tipos de baile, y, en la era de las nuevas tecnologías, expresarnos con medios audiovisuales como fotos (por ejemplo, en Instagram) o vídeos (Tiktok), a pesar de que es igualmente frecuente,  que las personas adultas de nuestro entorno nos empiezan a instar a dejar de «perder el tiempo» y a hacer algo útil.

Edad adulta:

Al llegar a la etapa adulta  la gran mayoría  abandonamos de golpe el tiempo dedicado a la creatividad y al arte. ¿Por qué? Pues existen fundamentalmente 3 motivos:

1-Por motivos prácticos. De repente tenemos mucho que hacer. Estudiar, trabajar, hacernos cargo de nuestra vida independiente, de nuestra casa, de nuestra familia etc. y no nos queda tiempo para esas cosas «de niñ@s».

2- Falta de utilidad: Muchos adultos abandonamos este espacio porque no nos consideramos lo suficientemente buenos según nuestra opinión o los cánones sociales existentes y, como hemos visto en la adolescencia,  cuando el arte no es útil como medio para ganarse la vida, se descarta. 

3. Falta de tolerancia a la imperfección y al fallo. Sabemos que siempre vamos a tender a repetir las cosas que se nos “dan bien” porque nos producen satisfacción personal y aumentan nuestra autoestima. En cambio, es frecuente que terminemos abandonando las que no se nos dan tan bien por no saber gestionan nuestra frustración o expectativas. Si quieres leer más sobre cómo reducir la autocrítica pincha aquí

Dejemos de mirar el resultado para vivir el proceso. 

En este artículo  queremos dar valor a la creatividad y al espacio destinado a expresarnos y crear artísticamente, incluso de adultos. Para ello, es importante que podamos apagar por un momento el chip mental que tenemos por el cual todo tiene valor según el resultado final. Este chip es útil y funciona bien para cumplir objetivos laborales y estudiantiles, pero suele producir mucha frustración, ansiedad e insatisfacción si lo llevamos a todas las áreas de nuestra vida y de nuestra persona. 

En los espacios destinados al placer y al ocio, es importante que podamos preguntarnos qué cosas nos hacen disfrutar en el proceso.

Podremos descubrir que el tiempo que dedicamos a  pintar, bailar, hacer cerámica, tocar la guitarra, escribir una historia o un poema, son momentos en los que estamos conectados con nosotr@s mism@s y disfrutamos.  ¿Por qué abandonarlos de adults? No todo lo que hagamos tiene que tener una remuneración económica ni ser algo que de resultados perfectos. 

Usemos el arte como herramienta terapéutica, ya sea con tu psicólogo/a de referencia o por tu cuenta. 

A veces no se trata tanto del proceso como de la función de estos espacios para crear y expresarnos. Al igual que resulta sanador  hablar con un amig@ sobre lo que nos preocupa y poder desahogarnos, crear nos permite expresar todo eso a través de otro medio, sin necesidad de que haya otra persona que escuche si no nos sentimos preparados para contarlo, no queremos, no sabemos, o simplemente, como un elemento complementario más para regularnos, aliviarnos y trabajar con ese malestar de una forma más intima.

Gracias al arte nos conocemos y profundizamos en nosotr@s mism@s, algo que en terapia es fundamental, porque si no sabemos qué nos pasa y cómo lo afrontamos, poco podemos hacer para estar mejor. 

Desde la terapia integradora, existen dos sistemas fundamentales con los que trabajar: el sistema cognitivo y el emocional. ¿Cuántas veces hemos escuchado “todo eso lo entiendo, pero no sé cómo sentirme distinto/no sé dejar de sentirme así”?  El sistema emocional necesita también un trabajo, por el que se accede más fácilmente a través de medios como el arte, dónde sobran las palabras y lo único que tenemos que hacer es dejarnos llevar por las emociones y expresarlas a través de ese medio. 

 

 

¿Y ya está? ¿Sólo con expresar puedo sanar?

En muchas ocasiones sí. Expresar a través del arte nos ayuda a sanar. En muchas otras ocasiones no, y se tiene que hacer un trabajo más concreto y apoyado en un profesional para poder procesar y curar lo que nos pasa o nos ha pasado. Pero, de lo que no cabe duda, es de que el primer paso para cualquier proceso terapéutico es poder tomar conciencia y sacarlo, por lo que, tener como adultos espacios destinados al arte y a explorar nuestra creatividad,  siempre será beneficioso. 

Con esto, os animamos a retomar esas aficiones creativas, a dejar de ver el arte como una actividad insustancial en la vida adulta. Y os animamos a probar dentro de terapia y fuera, actividades y ejercicios relacionados con ello.