Mandatos familiares: reglas familiares no explícitas

Hemos crecido en entornos familiares y esto nos ha condicionado en ser quienes somos. Puede gustarnos más o menos, pero de alguna forma, nuestras figuras de apego (puedes leer sobre apego aquí) han sido determinantes en la visión que tenemos sobre nosotros, sobre las relaciones y el mundo. Esto, ha implicado que hayamos tomado ciertas decisiones, a la hora de independizarnos o de formar nuestros propios núcleos familiares, para no repetir algunos patrones que no nos gustaban de nuestras familias. De la misma manera, mantenemos muchas cosas familiares que sí nos representan, con orgullo y con satisfacción.

 

Mandatos familiares

Existen normas, reglas, conductas y patrones que no son explícitos y que también vienen de nuestras familias a los que llamaremos mandatos familiares.  Hasta ahora, hemos hablado de cosas que hemos mantenido o no de nuestra familia de las que somos totalmente conscientes. Es muy posible que, leyendo el párrafo anterior, te estuviesen viniendo ejemplos de tú propia historia con tu familia. 

Sin embargo, hay mucho de nosotros no consciente y que también viene de nuestros orígenes familiares. Las figuras de apego y la familia que tenemos de pequeños, son el grupo al que pertenecemos y, en nuestra necesidad natural de vincularnos con ellos, aprendemos a ser y a funcionar en esta vida cómo ellos creen que es correcto. Así, nosotros seguiremos formando parte de ese grupo de pertenencia y seremos totalmente aceptados por ellos. 

Como hemos destacado, esto es algo natural y sano, totalmente inevitable que forma parte de nuestra naturaleza humana. La cuestión surge cuando vamos creciendo y empezamos a generar un yo independiente del grupo de pertenencia/familia. 

adolescenciaLa adolescencia o el proceso de individuación. 

La adolescencia tiene fama de ser una etapa muy complicada que implica muchos retos para las familias, pero también para el propio adolescente. Y es precisamente el hecho de que sea un poco más movida, lo que le hace ser una etapa de suma importancia. 

Como veníamos diciendo, la infancia es una época dónde necesito pertenecer a la familia. En cambio, en la adolescencia, los chicos y chicas se están preparando para ser dentro de poco un adulto, con todo lo que ello implica, especialmente, en términos de independizarse, formar sus propios proyectos y en un futuro, quizá su propio núcleo familiar. Por tanto, es una etapa de diferenciación, dónde lo normal es retar a la familia, querer hacer cosas distintas, explorar y descubrir el mundo con más libertad, tener más privacidad e intimidad, etc. 

Sabemos que esto resulta complicado para los padres, pero es algo sano. De hecho, si un adolescente no vive este proceso de individuación que estamos describiendo (de volverse individuo, separarse y diferenciarse del grupo de pertenencia familiar) es muy posible que de adulto pueda tener otros problemas. Es decir, ese proceso se tendrá que producir, pero quizá se haga ya en una etapa más adulta al no haberse producido en el momento natural, con lo que ello conlleva. 

Puedes leer más sobre la adolescencia aquí

Ya soy un adulto individuado ¿Y ahora qué?

Cuando entramos en la etapa adulta, a veces empezamos a tener cierto malestar con nosotros mismos y con nuestras relaciones familiares, de pareja, etc. Ese malestar puede deberse a muchos motivos, pero en este artículo vamos a hablar del malestar que generan los mandatos familiares. 

Y es que, en los procesos terapéuticos es muy habitual que nos demos cuenta de que hay muchas cosas que hago porque es lo que se me ha dicho que es correcto, o porque es lo que se espera de mí, o simplemente, porque no concibo hacerlo distinto. Y esto no estaría tan mal si no fuese porque a veces, son cosas que, en el fondo, no me hacen feliz, me generan malestar, no me representan, etc. 

Sin embargo, si ya estamos individuados, entonces tenemos que poder estarlo completamente y romper o dejar atrás todas esas cosas que me generan malestar y que no forman parte de mí como adulto separado del grupo de pertenencia. Por supuesto, sólo esas cosas que me hacen sentir mal, me generan disonancia y no me representan. Todo lo demás, será estupendo que lo mantengamos. 

¿Cómo rompo los mandatos familiares?

romper los mandatos familiares?

Primero, es importante tomar conciencia de qué mandatos familiares son lo que me hacen sentir mal. Esto, es a veces complicado, porque como hemos dicho no son explícitos y tienen una carga emocional de fondo muy alta. Para reconocerlos, puede ser útil pensar en esas cosas que teóricamente no comparto con mi familia, pero emocionalmente sigo replicando, cosas que me generan malestar y no sé por qué, cosas que me hacen conectar con el miedo a que los demás me rechacen o vértigo a hacer algo distinto. Incluso puede que a total negación “no se puede hacer distinto a esto” pero el caso, es que me hace conectar con mucho malestar. 

Después de haberlo identificado, necesitamos decirte: sí se puede hacer distinto. Venimos a este mundo siendo una “hoja en blanco”. Podemos producir cambio y hacer cosas distintas si queremos, pero todas las decisiones implican un precio: es posible que en ese hacer diferente nos sintamos culpables, a veces perdidos o asustados, pero que conectemos con esas sensaciones, no significa que no sea un cambio sano.  

Este proceso muchas veces es complicado y hay mandatos familiares muy grandes e importantes. No dudes en pedir ayuda si lo necesitas y, sobre todo, no te lances sólo a hacer este proceso. Busca una red de apoyo que esté a favor de esos cambios y te sujete. Te animamos a probar primero con alguna pequeña cosita. Un ejemplo: en muchas familias existe el mandato de “no hablar de tus sentimientos”. Puedes probar a hablar un poquito más sobre lo que sientes con alguna persona de confianza y poco a poco, irlo generalizando a algunas personas más. 

Te deseamos mucha suerte en este proceso y te recordamos que estamos disponibles para ti.