Ir de campamento: la vivencia de tu psicóloga

Ir de campamento: la vivencia de tu psicóloga

Al aproximarse las vacaciones de verano,  llega el momento en que las familias deben tomar decisiones sobre dónde y cómo van a pasarlas los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. ¿Es mejor que se centren en su aprendizaje? ¿O que se diviertan y disfruten?

Por suerte, existe una opción con la que no tenéis por qué elegir: ir de campamento, donde la base es aprender jugando.

¿Por qué estamos tan seguras de haceros esta recomendación? Porque, además de saber los beneficios psicológicos que supone para el desarrollo, nosotras mismas lo hemos vivido.

¿Qué beneficios tienen los campamentos?

Es difícil poner en palabras y resumir en pocas líneas todas las cosas que un campamento (o toda una vida de campamentos) te puede aportar, pero aquí os dejamos algunas para que podáis haceros una idea.

Juego, juego y juego

Desde que me levanto hasta que me acuesto en un campamento estoy jugando, creo que no he jugado más en ningún otro lugar, ni tampoco con más gente. 

Hay actividades dirigidas donde me hacen convertirme en miles de personajes diferentes: loba, maga, Cleopatra, astronauta, granjera, árbol, dálmata… y en todas ellas entro en un mundo imaginado que se hace casi real para mí y me genera unos niveles altísimos de ilusión y motivación. 

Los tiempos de descanso los dedico también a jugar, pero esta vez a un juego libre en el que dejo volar mi propia imaginación y desarrollo mis propios intereses.

Aprendo cosas muy diferentes y variadas

Disfraces, música, cuentos, deportes, manualidades… se entremezclan y, casi sin darme cuenta, he aprendido a coser un botón, cultura egipcia o a nadar mejor.

En ese momento yo no lo sé, pero mis monitoras y monitores tienen una formación específica para estar ahí conmigo y han dedicado mucho tiempo a preparar y programar todas mis actividades. Han decidido qué me quieren enseñar y han pensado cómo voy a adquirir cada uno de los aprendizajes. Es posible también que la entidad con la que me voy de campamento tenga un programa educativo de educación no formal.

Hago amistades, desarrollo habilidades sociales y aprendo gestión emocional 

Vivo tantas cosas en tan poco tiempo, que me parece que conozco de toda la vida a las demás personas que están de campamento conmigo. No sólo puede que se conviertan en grandes amistades para mí, sino que inevitablemente durante ese tiempo son mi familia. Pero en este caso, cada una en su casa funciona de una manera distinta por lo que para poder convivir con ellas tengo que adaptarme y aprender a comunicarme. Nos cuidamos mutuamente. Cuando me pasa algo me preguntan qué es, así que tengo que comunicar mis emociones y necesidades. Después me dan un abrazo o me ayudan a buscar una solución.

Trabajo en equipo

En un campamento somos muchas personas y para que funcione todas tenemos que colaborar. Para organizarnos nos dividimos en grupos y cada vez tenemos un objetivo diferente. Lo que siempre es igual es que para lograrlo es necesario ponernos de acuerdo, a veces cooperando y otras veces haciendo un reparto justo de tareas. No es sencillo, pero con la práctica aprendo a liderar, a saber qué es lo que yo puedo aportar y a pedir que me enseñen lo que no sé.

Desarrollo mi autonomía y mi responsabilidad

Siempre puedo pedir ayuda si la necesito y hay personas adultas supervisando, pero desde que llego al campamento me tengo que hacer cargo de mí misma. Yo soy la encargada del cuidado de todas las cosas que llevo en la mochila, que no se rompan y que no se pierdan. También de que las cosas estén limpias y de mi propia higiene, aunque el horario me ayude a organizarme.

Además, lo que cada persona hace afecta a todo el grupo, así que si no cumplo con mi parte o me retraso las consecuencias no son solo para mí sino también para todas esas personas que me importan. No pasa nada si alguien no sabe hacerlo mejor, entre todas ayudamos y enseñamos.

Estoy en la naturaleza o al aire libre

Me dan el sol y el aire en la cara. Corro sobre arena o hierba. Escucho el río, los pájaros y los grillos. Veo animales, plantas y las estrellas. Exploro en la naturaleza. Y sólo me acuerdo de las pantallas cuando realmente las necesito, no las uso para cualquier cosa porque ya tengo casi cualquier cosa a mi alcance en el campamento.

Conecto con mi identidad y valores

Pruebo tantas cosas diferentes que aprendo a distinguir qué me gusta y qué no, qué es lo que más me interesa, lo que más me motiva y de qué quiero saber más. Convivo con personas que funcionan de maneras muy diferentes y me dan puntos de vista nuevos, por lo que valoro muchas veces qué va conmigo y qué no. Genero mi propio criterio.

Me hago consciente de mi lugar en el mundo y de lo que puedo aportar

Al formar parte de un grupo veo lo importante que es lo que cada persona aporta, porque todas tienen algo que aportar. Y cuando me hago más mayor me doy cuenta de que eso mismo lo puedo trasladar a mi lugar en el mundo, que yo formo parte de una colectividad y que todo lo que he aprendido de campamento no solo puedo aplicarlo en mi vida personal, sino también en la sociedad.

¿Cómo elegir a qué campamento ir?

Existen campamentos de muchos tipos y para todas las edades por lo que es fácil encontrar un campamento que se adapte a los gustos de quien asiste, pero también a las necesidades de la familia.

 

Lo primero es pensar qué necesita la persona que va a ir de campamento y qué le apetece, así que es cuestión de preguntar. ¿Te apetece probar un poco de todo o un campamento centrado en un interés concreto? ¿Una actividad puntual o una entidad donde pueda quedarse durante más tiempo? ¿Enfocado solo en tu grupo de edad o para todas las edades? ¿Prefieres conocer gente nueva o ir con alguien conocido? ¿Prefieres estar en plena naturaleza o en un entorno urbano al aire libre?

Es importante también que encaje con la logística familiar, en cuanto a lugar, duración, precio… Aunque sin duda un campamento facilita la conciliación familiar, ya que las vacaciones escolares son más largas que las laborales.

Las respuestas a todas estas preguntas te ayudarán a saber dónde buscar.

Ir por primera vez de campamento

Es lógico que te cueste ir de campamento o llevar a tus peques si es la primera vez. Cuando la incertidumbre es muy alta,  el miedo va de la mano. Por eso, quitarnos incertidumbres es una buena manera de gestionar el miedo.

En este caso preguntad a personas que ya conozcan la experiencia de ir de campamento, mucho mejor si es el campamento concreto que habéis elegido. Es importante también ir a las reuniones previas a informaros de cómo funciona. Haced previamente una lista de todo lo que queráis saber y preguntad al final vuestras dudas no resueltas. También os permitirá conocer a las personas responsables de la actividad y a otras familias que participarán de ella.

Nuestra recomendación

Si después de esta recogida de información y búsqueda no lo tenéis claro y queréis una recomendación más concreta por nuestra parte, os animamos a buscar un Grupo Scout en vuestro barrio. Consideramos que es una de las mejores opciones por experiencia propia y por los siguientes motivos:

  • Se adapta a un gran rango de edad.
  • Permite continuidad en el futuro y no sólo en la época de verano.
  • Tiene un proyecto educativo de educación no formal de gran recorrido.
  • Facilita la conciliación familiar por ser campamentos con pernocta.
  • Asegura el contacto con la naturaleza, la exploración y aprender jugando.
  • Contempla los valores y se siente como una familia.

Si ya has vivido la experiencia de ir de campamento, anima a otras personas a que también lo hagan.