Relación mente-cuerpo

A pesar de que vivimos en un mundo completamente inundado por la tecnología y el desarrollo científico, prevalece la idea de que la mente y el cuerpo son entidades separadas. Todos sabemos que existe una relación estrecha entre estas dos entidades pero las tratamos como si respondieran a mecánicas diferentes. 

A nadie se le escapa que los nervios están también en el estómago, que la ansiedad da dolor en el pecho o que la tristeza se puede alojar en la garganta.

Tampoco se nos hace extraño reconocer que cuando estamos enfermos o nos encontramos mal estamos más tristes, de peor humor o que vivir con dolor, por ejemplo, puede afectar incluso a nuestra gestión emocional. 

Sin embargo, seguimos diciéndole que se anime a alguien que se encuentra mal psicológicamente cuando no le decimos tan alegremente que se cure a alguien que tiene un problema físico, porque sabemos que no depende exclusivamente de la voluntad. Sabemos que cuando alguien tiene un problema físico debe cuidarse, pero no se nos ocurre responsabilizar a alguien que tiene cáncer por haber perdido el pelo o por haber dejado de hacer ejercicio físico. Una persona con depresión puede haber perdido a sus amigos y haber dejado de trabajar y sin embargo, su actitud, generalmente nos parece mucho más cuestionable. 

La mente es una propiedad emergente del funcionamiento del cerebro en el cuerpo, de su interacción con el medio y de las cosas que nos han ocurrido a lo largo de nuestra vida. Esta mente, entendida como propiedad emergente, evidentemente tiene mucho que ver con el cerebro, pero va más allá, está íntimamente conectada con el funcionamiento del cuerpo. 

Somos mucho más que lo que sentimos y pensamos, el dedo gordo de nuestro pie es tan nosotros como nuestra cabeza. 

 

 

 

Tomar conciencia, conciencia plena, de este hecho tiene multitud de implicaciones, pero estas dos son esenciales: (1) cambia nuestra forma de entender la salud mental como sociedad, y (2) desde esta comprensión profunda de la mente y el cuerpo podemos aprender a tratarnos mejor, con más salud y más cariño, tanto cuando estamos mal, como cuando estamos bien a cualquier nivel. 

La justicia social respecto de la salud mental es esencial. ¿Cómo puede ser que nos siga dando vergüenza tener pánico o ansiedad cuando no hemos conocido nunca a nadie con vergüenza por ser diabético?. Si entendemos que el sufrimiento psicológico no depende de la persona podremos comprender mejor lo que supone vivir con él, acercarnos con otra mirada y ser más amables en el acompañamiento en su camino. 

Pero también nos permitirá cuidarnos mejor. Las personas no sabemos cuándo debemos acudir a terapia, esto ha mejorado un poco en los últimos años, pero seguimos esperando a estar muy mal, verdaderamente mal, para hacerlo. Si nos duele la barriga, puede que no vayamos al médico el primer día, pero si el dolor es intenso o no remite no tenemos dudas. ¿Cuántas personas habrían muerto de apendicitis si tratáramos el dolor de barriga como tratamos el dolor psicológico?

Entender que el sufrimiento psicológico no depende exclusivamente de nuestra voluntad, sino del mundo en el que hemos vivido, las cosas que nos han ocurrido, nuestra base biológica disposicional y un sin fin de cosas han influido en cómo funcionamos hoy en el mundo, nada tiene que ver con no responsabilizarnos de ello. Igual que en la salud física, la recuperación tiene mucho que ver con lo que hagamos, en el trabajo psicológico la analogía es muy similar. 

 

Más allá, también nos permitirá entender que lo emocional es tremendamente importante también para la recuperación física. De hecho, muchas dolencias físicas tienen un origen emocional y por tanto su recuperación pasará también por un trabajo psicológico. En otras ocasiones, aunque exista un origen físico el bienestar emocional y la capacidad para comprometernos con el autocuidado y el tratamiento serán claves igualmente en el tratamiento de la enfermedad. 

Y quizás con esta mirada, podamos vernos con más cariño y cuidado tanto a nosotros como a los demás.