Acompañar la emoción


El otro día iba con mis hijas por la calle y una de ellas se enfadó. Fue un enfado normalito. Le apetecía mucho hacer algo que no se podía en ese momento, así que, lógicamente, con su cerebro todavía en proceso de construcción y maduración, comenzó a llorar y a repetir lo que quería bastante frustrada.

Nos cruzamos en la calle con una señora desconocida, que se acercó a la niña y le dijo, “no llores que te pones muy fea. Las niñas buenas no lloran”. Mi respuesta a la señora fue amablemente tajante, pero no estamos aquí para hablar de eso. Sobreentiendo que el gran desacierto intrusivo de esta señora fue con buena intención.

Esta escena que ocurría con frecuencia décadas atrás, queda un poco grotesca en el entorno de mamás y papás interesados por la crianza equilibrada de sus hijos e hijas. Estos progenitores que consumimos en redes sociales información sobre crianza, compartimos tips entre amigos e incluso tenemos algún libro de afecto y límites en la estantería, al lado del Colonos de Catán.

Pero, ¿qué es verdaderamente acompañar a nuestros niños en su emoción?

El colorido emocional que sienten nuestros cuerpos desde pequeñitos es variado. Sin embargo, la emocionalidad que detectamos de manera explícita en nuestra edad adulta y aquella que sabemos o no gestionar, depende claramente de nuestra historia de aprendizaje.

Aquellas emociones en las que hemos sido vistos, se nos han permitido, acompañado y modelado en poder gestionarlas, se repetirán en nuestro presente de manera sana y llevadera.

Aquellas emociones en la que no se nos supo acompañar, supondrán un problema más adelante.

¿Qué es acompañar la emoción?

Estar disponibles, sin susto. Ser las manos fuertes y bondadosas. Colocarnos como referente. Hacerles de espejo en aquello que pueda venir. Ayudarles a ponerle nombre, sostenerlo y dar significado a lo ocurrido.

Pasos para acompañar la emoción:

  1. PREGUNTO Y SIEMPRE ESCUCHO: Hago una pregunta abierta con interés genuino, sin opinar absolutamente nada. El niño cuenta los hechos ocurridos.
  2. ¿CÓMO TE HAS SENTIDO?: Fomento que detecte sus emociones y las exprese con naturalidad. Con la práctica, le saldrá solo. Jamás juzgo, minimizo ni corrijo su emoción. Le acompaño.
  3. ¿SE TE OCURRE UNA IDEA PARA RESOLVERLO?: Doy valor honesto a su opinión y a su capacidad para generar soluciones. Acompaño al niño a su lado, pero no le sustituyo. Esto generará una sensación de capacidad, independencia y autoestima para enfrentarse a situaciones en las que no cuente con la compañía de un adulto.
  4. ACONSEJO Y REDIRIJO: En los pasos 1, 2 y 3, ¡escucho sin intervenir! Solo intervengo en el paso 4, en caso de que el niño no haya llegado a una conclusión útil por su cuenta o si debiera corregir algo importante.

Puedes imprimir nuestra infografía “escucho y acompaño” y tenerlo siempre a la vista en tu nevera para practicarlo:

¿Y si no lo consigo?

Cada adulto venimos de nuestra propia historia de aprendizaje. Hay emociones que aprendimos a evitar, porque era “incorrecto mostrarlas” o porque “sentirlas nos ponía en peligro”. A veces esto lo aprendimos de manera explícita, pero muy a menudo fue en aprendizaje vicario, viendo como nuestros propios progenitores se sentían incómodos con algunos de los colores emocionales. La propuesta ahora es que como adultos actuales podamos hacer un poco de introspección y elegir si queremos seguir dando herencia de la misma historia o atrevernos a detectar “qué me mueve a mi” y desde ahí, generar un cambio que haga de nuestros niños unos seres más capaces de sostenerse, más sanos, más seguros.

 

Tú eliges el camino, nosotras te acompañamos.